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El hecho de que un niño juegue con un monstruo no comporta ningún tipo de trastorno. Es absolutamente normal que proyecte sus emociones sobre una imagen o sobre una criatura fantástica. Y, muchas veces, la atracción de un ‘nuevo amigo’ imaginario y el miedo conviven en el mismo niño. En Enjoy Mandarín te contamos cuales son los mayores temores y cómo afrontarlos.

En primer lugar debemos jugar con este tipo de miedos. El monstruo suele aparecer con un cambio en la realidad, una mayor percepción de las cosas, y esto empieza muy pronto, por ejemplo con el  típico juego del “Cucú”, en el que la cara de mamá o papá desaparece y vuelve a aparecer. Utilizamos estos temores para experimentar y explorar el miedo a través de cuentos, historias y así enseñar a superarlo…

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Por otro lado no debemos quitarle importancia. Si el niño no quiere irse a la cama porque argumenta que “hay un monstruo en la habitación”, podemos ir a buscarlo con ellos, a ver ‘donde se esconde’, dejar alguna lucecita prendida para no estar totalmente a oscuras…

Los ruidos raros y fuertes, como los truenos, el agua de la ducha del baño, una taladradora… son realmente atemorizantes para algunos niños, para poder combatirlos a parte de demostrarle nuestra cercanía con un abrazo o un beso, podemos ayudarlos de una manera más divertida, como por ejemplo, reproducir el ruido cómo si estuviéramos burlándonos de él.

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Es muy importante que una vez superado el temor, los mayores premien de alguna manera los actos de valentía de sus hijos, porque ello les incentivará y hará que pierdan sus miedos gradualmente.

Pero a cada uno lo suyo… ¿Y si el niño no tiene miedo a nada? En este caso, debemos buscar los monstruos en las cosas que le den asco, por ejemplo, en los pelos que se quedan en el cepillo, la baba del perro o en los alimentos que le disgusten…

Al final encontrar nuestro propio temor de manera controlada es una forma de conocernos mejor.